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Los detectives salvajes

Detectives salvajes
La novela Los detectives salvajes, del escritor chileno Roberto Bolaño se encuentra en la lista de los cinco mejores libros del año según el Washington Post. Había indicios de la buena aceptación de esta novela en el mundo anglosajón desde los primeros meses del año. En el New York Times, por ejemplo, han venido apareciendo algunos trabajos importantes en torno a Bolaño y su obra. En abril apareció el artículo de James Wood, The visceral realist y luego en Julio el trabajo más largo de Francisco Goldman, The great Bolaño. Pero no solo allí, sino también en muchos otros medios anglosajones han aparecido reseñas elogiosas de esta obra cumbre ganadora del Premio Herralde en 1998 y del Premio Rómulo Gallegos de 1999. En el Washington Post resalta el trabajo de Ilan Stavans Willing outcast, donde presenta a Bolaño como un escritor iconoclasta que habiendo nacido en Chile se convierte en un escritor mejicano. Algunas cosas resultan interesantes de esta entrada del escritor chileno al mercado norteamericano. Por un lado, la obra de Roberto Bolaño tiene una marcada influencia de la literatura norteamericana, a la cual, me consta, admiraba pero, por otro, es una obra muy marcada por la historia latinoamericana y, especialmente chilena y, sin embargo, es capaz de trascender el localismo y hacer de los suyos personajes entrañables así como de sus anécdotas, historias innolvidables. Los detectives salvajes es una novela que podría enmarcarse dentro del género negro con muchos bemoles. Tiene de ella que quienes realizan la búsqueda, en este caso de una escritora desaparecida, son dos escritores, es decir, dos amateurs. Pero al mismo tiempo, la novela es un viaje de 20 años, desde Chile hasta México, con una triangulación de personajes ligados a la literatura. Se trata de un viaje y una búsqueda que puede ser, al mismo tiempo, el viaje que es la literatura porque, para Bolaño, ella es: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la losa que cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una folclórica andaluza, es un peligro. Los detectives salvajes o, mejor dicho, The savage detectives fue publicada por la editorial Farrar, Straus and Giroux a principios de este año y rápidamente despertó la atención de críticos y medios. La traducción fue hecha por Natasha Wimmer. Buen momento para una obra de alguien que merece todos los reconocimientos, lástima que póstumos.