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El Fin del Mundo y Un Despiadado País de las Maravillas


En la primera, el narrador, anónimo, se ve privado de su sombra, de sus recuerdos, y compelido a leer sueños entre unos habitantes de extrañas carencias anímicas y unicornios cuyo pelaje se torna dorado en invierno. En la segunda, el narrador, cuyo nombre también se desconoce, es un informático de gustos refinados que trabaja en una turbia institución paragubernamental enfrentada a otra en una guerra por el control de la información.