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Lata peinada


Lata peinada, de Ricardo Zelarayán, es una serie de textos cuyo orden sólo puede ser tomado en cuenta como un modo de propiciar su lectura. Libro fragmentario escrito a lo largo de muchos años y nunca concluido postula su pertenencia a una triple frontera: espacial, lingüística y genérica. Ni novela ni poema, sus personajes se mueven por la geografía argentina, siendo el centro de gravedad la región del Norte en el límite, transpuesto una y otra vez, con Bolivia. En cuanto al idioma, como en toda la obra de Zelarayán, orbita alrededor de la lengua hablada.
Sin una trama rigurosa que organice sus partes, Lata peinada , cuya edición estuvo al cuidado de Laura Estrin, propone un recorrido en espiral sonora a través de ciertos personajes y sus avatares. Hay textos que introducen pequeñas variaciones para volver a relatar los mismos hechos, y otros que no encuentran su continuidad. "La bifurcación implica tal vez desesperación pero nunca dispersión. A veces la bifurcación es una útil sangría, una lucha contra la deriva", afirma, como un aviso sobre los cabos sueltos que no se tomará el trabajo de unir, a diferencia del modelo de "escritor lúcido" que parece no perder nunca el hilo.
Prosa del resentimiento o poesía de la rebelión, Zelarayán escribe la barbarie de un país que hizo del puerto de Buenos Aires el punto de mira, el despacho desde donde se decreta qué es el centro y qué el interior. Con su lengua entrerriana -la de nacimiento- y la lengua salteña -por adopción-, Zelarayán instaura una política de la voz que desafía la lengua del Estado y hace hablar a personajes que huyen de las certezas de la identidad, toda una caterva de desheredados, buscas, meretrices aplanadas por el paso del tiempo; pobres que no encajan en el ideario ministerial de los planes sociales, las estadísticas o en la novela de compromiso social. Esto, sin embargo, no excluye una mirada cercana a la picaresca, con el consiguiente efecto de comicidad. Sin la atadura de un argumento, el texto abunda en hallazgos de lenguaje, epifanías y sentencias malogradas, como si Zelarayán se propusiera por momentos responder a la voluntad pedagógica del Martín Fierro con un refranero de lo inútil: "Hombre que no quiere dormirse se duerme lo mismo". Las "Inútiles reflexiones de Odracir Nayarález", incluidas a manera de apéndice, no hacen más que recordar la raíz macedoniana del autor. El libro se completa con textos diversos y dispersos, entre los que destacan los dedicados al tema de los apodos y sobrenombres, que forma parte de un viejo proyecto nunca acabado.
Desde los tiempos de la revista Literal , experiencia que compartió junto a Germán García, Luis Gusmán y Osvaldo Lamborghini, hasta el presente, Zelarayán se sustrajo de la cadena de montaje de la industria literaria. Así y todo, con La obsesión del espacio , Roña criolla y la novela La piel de caballo se ha convertido en un clásico de la poesía argentina y referente ineludible de las nuevas generaciones.
Por Sandro Barrella (La Nacion)